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Empatizar no es simpatizar
by Sebastián Valentín Llanos


Cuántas veces hemos escuchado frases como “ponte en mi lugar”, “si tú estuvieras en mis zapatos”, “es fácil opinar con el diario del lunes”, etc. 


Son frases automáticas, actos reflejos que denuncian nuestra falta de empatía, aunque muchas veces lo que reclamamos desde esos slogans es la simpatización o no con una situación, decisión, acción u omisión. Humano simpático. Simpático con lo afín, antipático con lo no afín. Es igual.


Pero, te has preguntado ¿qué es la simpatía?


La simpatía es la expresión de una participación de carácter subjetiva y no racional en la realidad o en la experiencia de otro (léase otras personas, contextos, etc.). La simpatía es afinidad espontánea, resonancia del modelo interno con lo “ajeno” que se siente “propio”. 


Si fuera solo por la simpatía no hubiéramos llegado hasta acá evolutivamente hablando (¿o sí?). Es por esto que aquí es donde empezamos a echar ojo en otra habilidad: la empatía.


Abordamos a la empatía como la deconstrucción del posicionamiento simpático (y antipático). La empatía es definida como la participación objetiva y profunda en los sentimientos, conducta, posición intelectual de otro, y la comprensión íntima de su situación vital y mental.   


Empatizar es el primer movimiento de acercamiento para el abordaje consciente de la realidad que habita otro. 


Que empatices no significa que simpatices. Por ejemplo, la futura madre que toma clases de gimnasia preparto para anticiparse al momento de dar a luz no significa que simpatice con tal tipo de gimnasia, o el abogado que representa a un padre de familia que actualmente no aporta la cuota de alimentos para sus hijos, no significa que simpatice con ello. Ni tampoco que empatice, pero al menos es un acercamiento…  


Entonces, la empatía va un poco más allá. 


Aplicado a relaciones, la empatía se trata de una actitud de observación con un enfoque direccionado a la comprensión del background referencial del mundo del otro. 


Empatizar no es comprender a la persona del otro, sino decodificar las referencias que hacen a la persona del otro y su experiencia. Sería algo así como ver detrás de la máscara, que dicho sea de paso, la raíz etimológica de la palabra persona remite originariamente a la palabra máscara.


Y esto, ¿de qué nos sirve?


De alguna manera, la empatía vista así redirecciona las cargas que nos origina el posicionamiento del otro hacia un aprovechamiento diferente de la situación.  



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